miércoles, 13 de septiembre de 2023

¿A dónde se va cuando te da miedo vivir?

Mi refugio eras tú
cuando soplabas detrás de mi oreja
y refufuñabas del frío. 

Eras lo que uno llama hogar,
con las ventanas siempre abiertas 
y la puerta sin cerradura. 

Y podía llegar,
a cualquier hora 
para estar feliz o llorar ríos. 

Las cobijas calientes todo el tiempo,
el olor a madalenas. 

A veces una mansión, 
a veces solo una cabañita. 

Pero luego,
parece que el viento soplo tan fuerte 
que hizo desaparecer todo. 
Isofacto. 

Hoy lloré más de lo usual,

y tuve que abrazarme a mí misma.
Encorbar la espalda y esconder la barbilla. 

Hice frente a lo que muchos temen, 
y no pude correr dentro de ti. 

Solo se fue, 
te fuiste. 

Y una parte de mí,
se fue con todo.

Pero pronto, 
ser irá todo, 
incluyéndome dentro

miércoles, 4 de agosto de 2021

Cuando supe que estaba enamorada.

Había sido fácil quererla, es decir, aunque fuera de nosotras era todo un caos, había sido muy sencillo reír de sus chistes y platicar de cualquier cosa. Había sido bastante reconfortante encontrarme despierta en la madrugada pensando en qué había sucedido y cómo fue instantáneo eso que muchos llaman conexión, pero también mi miedo había sido inmenso y los tropiezos iban uno detrás de otro, fue confuso y desalentador al principio como si el universo no me quisiera ahí. Y por primera vez tomé mis propias riendas y le fui fiel a lo que estaba siendo, mi corazón se sentía listo inclusive si era solo para aventarse de nuevo al vacío. Era sí o no, en dos contrastes diferentes con una misma persona, era intentarlo de nuevo o quedarme con las ganas. Así que lo hice.

Por un momento pensé que si iba a ser difícil no valía la pena y que el estar ahí solo iba a ser un error más, pero no, al contrario, todo fue bastante simple. Fue como si solo pudieras ver estrellas brillantes y sintieras el viento congelando todas las partes de tu rostro una manera casi extasiante. Besos hubo muchos, pero solo se me grabó uno en particular, que era la respuesta que yo quería y que sin duda iba a tomar. 

Me aferre fuerte a lo que he sido y como me he deconstruido, entendí que no hay medios vasos vacíos porque tú misma puedes llenarlos sola, que los amores a medias solo existen porque dejas que existan y que de ti depende que los besos sean solo besos o que parezcan convertiste en estrellas.

No sabía que resultaría de esto, pero quería que me pasara a mí y que la suma de todos los eventos me hicieran llegar justo a este punto, en el que no necesito que me complete pero quiero que esté conmigo, en donde no espero que me quiera a mi manera porque acepto los diferentes tipos y formas de amor. No tenía ni idea de qué sacaría de todo esto, pero me gustaba la idea de que se sintiera real y audaz, que esa electricidad pasara hasta por las puntas de los dedos de mis pies.

Quererla fue como oler rosas y tomar vino, era como leer poesía y caminar descalza por el pasto. Amarla fue valiente y extraordinario, fue como tomar café o taparse porque afuera hace mucho frío. Era muy sencillo, tanto que para ella hacerme el amor era la forma más perpicas para besarme la espalda. No lo entendí antes, pero fue fácil darme cuenta que cuando yo sentía que menos perdida estaba más enamorada me tenía.

Y supe que el amor no es difícil, y que si quieres siempre hay manera, que no importa nada cuando quieres todo, que los obstáculos nunca lo serán cuando no piensas darte por vencido. Me di cuenta que las excusas siempre sobran y que no hay forma de conseguir algo más que haciéndolo, que si quieres que pase lo haces y si no te interesa lo dejas a un lado, de que nunca se trata de cuanta capacidad tienes sino de cuanta voluntad le pones.

Antes fue sencillo quererla y si ella quiere quedarse a mi lado yo nunca le negaré ese espacio.

Había sido fácil quererla y es aún más fácil enamorarme de ella cada día, cualquier día.

sábado, 23 de marzo de 2019

Espero que seas la primera y la última.

Tuve la sensación de haberte conocido antes, incluso mucho antes de verte caminar hacia mi dirección la primera vez. Tu compañía se sentía muy familiar y el sonido de tu risa lo podría reconocer con claridad.
Ese día tus ojos tenían un leve brillo que no podía reconocer, quería estar contigo y a la vez no. Me sentía alguien rota ante ti, porque lo estaba. Todos mis fragmentos se veían desiguales y daban confusión contigo. Intenté ocultar mi daño, intenté no ser tan franca e hice chistes tontos para persuadir mi dolor.
A ti te veía casi reluciente, era la primera vez que tu esencia tocaba mi ser y parecía alguien nuevo dispuesto a darlo todo.
El sonido de tu voz estaba tan presente en ese lugar, mientras que yo estaba a años luz de ahí. Quería disculparme por presentarme tan descuadrada contigo, incluso después de varios días después de ese día intenté llamarte para disculparme. Nunca lo hice.

Y tú seguiste tu camino, encontraste diferentes contrastes hasta que diste con el que era ideal para ti.
Quisiste a alguien más como yo no me atreví a dejarte pasar, entraste en su vida casi de inmediato y cuando volteé a atrás me di cuenta del error tan grande que ya había cometido.
Te dejé ir por la única razón que yo sabía era correcto. Tiempo después tú destrozaste lo poco que me quedo.
Pensé que no era intencional. Una parte de mi entendía tu posición. La otra gritaba altanerías contra tuya, por lastimarme más de lo que ya estaba. Te tenía rencor porque no consentía tu valentía para irte mientras que yo, como acostumbraba, me quedaba ahí con las palmas de las manos como si fuera a recibir algo cuando en realidad estaba quedándome sin nada.
Y míranos, ¿acaso hay segundas oportunidades? ¿O terceras?
¿Es posible que solo la vida nos juegue de la manera más estruendosa nuestra posición amorosa? ¿O que quizá, y solo quizá, es la señal que necesitamos para sólo volvernos a dejar ir?
Porque una parte de mí jura que contigo ya no hay más, que sino fue una vez no lo será jamás. Mientras tanto la parte más sensata quiere dejarte entrar porque nunca nos hemos dado esa oportunidad.
Una parte de mi cognición dice que contigo no hay ni segundas o terceras oportunidades porque ni siquiera lo hemos intentado.
Entonces ¿por qué siento que ya te perdí antes de conocerte?
Tus manos buscaron mi rostro, y al más mínimo contacto todo mi cuerpo reaccionó. Yo no sabía cómo mantenerte conmigo porque algo dentro de mí lucho por cuidar lo que ya tenía con alguien más. Sin embargo, al más mínimo movimiento me quisiste, y lo dijiste, y de ti he escuchado puras cosas buenas. Y contigo solo me siento de la manera más pura de mí misma.
Así que vuelvo a preguntarme ¿es que de verdad que la vida me pone frente a ti para quererte o solo para admirarte? ¿De verdad tengo que correr en tu dirección sin medir el limite de mis pasos o solo debo pasar a un costado tuyo?
Necesito tantas respuestas porque tengo múltiples dudas. Siempre tuve la sensación de conocerte, incluso antes de conocerte. Todo contigo se siente familiar y cómodamente bueno.
Y será, solo será que nuestra “última oportunidad” en realidad solo está siendo la primera.


miércoles, 2 de enero de 2019

Una copa llena de ti.

Hay algo que siempre me regresa contigo, de una forma más romántica que sexual. Y no digo que no te desee porque sin duda es algo que siempre intento no gritar pero que igual siempre termino diciendo. 
Quizá sea ahora un poco de tu ausencia que me hace querer escribir, quizá sea las cuatro copas de vino.
Me gusta tomar vino pensándote, y mejor aun, describiéndote, ya sea en mi mente o en un trozo de papel. Porque es increíble. No hablo de perder mis sentidos para saber que me haces falta. 
Solo que cada copa hace que te añore más de la forma cursi y sensible que florece en mi cuando nadie me ve. Me gusta pensar que tus besos saben a Merlot. O que tus labios son tan carmesí como Cabernet. Comparaciones estúpidas en momentos sensibles. 
La mayor parte de lo que escribo ahora es solo el reflejo que tengo del muelle con olas golpeando como si fueras tú haciéndome el amor en perfecta sintonía. 
Tus ojos, tus labios, tus manos, mi cuerpo. 
No pienso divagar mucho porque a diferencia de lo que pienso, lo que escribo, hay algo, casi como un abismo que quiero solo para mí. Como no describir con exactitud cómo me besas, pero sin duda como me ves de la manera más serena y pacifica de tener algo maravilloso frente a ti mientras mi respiración es irregular de todos lados que ma observes, también que guardo para mí como me besas pero digo sin miedo de que tus manos me han tomado con seguridad y delicadeza. También que guardó para mí el momento exacto en que siento que hacemos el amor pero que sin miedo repito una y otra vez en voz alta que nos quedamos abrazadas solo siendo una. 
Siempre odio que llegues borracha de una fiesta o reunión, es algo que te hace sentir vulnerable y que me da terror perder. Pero sí me pides que sea sincera, quizá yo necesite solo una botella de vino para mí. Es irónico y gracioso. Pero eso pasa. Porque cuando yo me sincero puedo ser más que una simple niña cursi, porque puedo ver en ti la música y el arte que nadie percibe. Sutil y despacio. Como un solo de piano. Quizá como violín. Y más aún, tú siendo la pieza más hermosa de violonchelo. 
Quizá ahora no tenga sentido lo que digo, que te confundo tanto que da jaqueca, pero no siempre lo bonito tiene sentido. No siempre lo hermoso concuerda con lo real. 
Me gusta amargo, hablando de vino. Esa sensación en mi lengua que hace mi paladar menos exigente. Pero tú me gustas dulce, quizá amarga en algunos aspectos, y salada a la hora de la noche. Me gustas mucho más contrastada y con el mismo cuerpo que has tenido y he imaginado siempre. 
Ahora estoy quizá por la sexta copa y he prendido mi primer cigarrillo, hay una melodía de Bach de fondo y el olor del viento cálido y húmedo que entra por el ventanal. No tengo frío y afuera vaya que hace que tirites. Quizá sea por la cantidad de alcohol ahora, quizá sea por lo cálido de mis palabras recordando tu piel. Quizá, y solo quizás, sea el bochorno que me hace pensar en ti recostada en mi cama, con todos tus relieves y tú calma recostados sobre mi almohada favorita. 
Pero sin dudarlo, esté medio ebria o alucinantemente consciente, te quiero y te deseo como me gusta desear que cada noche haya luna llena, brillante y preciosa. 
Ahora me espera algo de vino espumoso en la nevera, porque sin duda he divagado tanto que por ratos escribo de ti y por ratos termino el vino. Y no quiero que ese momento en donde me siento tan expuesta a mí misma termine. Porque es la forma más sensata de recordarte, de llevarte conmigo aunque yo mañana diga que ya te olvide. 
Así que dejaré de hablar, pensar y escribirte tanto solo para estar en la hamaca que espera fuera y recordarte.

Porque sin duda diez copas de vino están bien, pero sin pensarlo, la cambio por una copa llena de ti. 

sábado, 8 de diciembre de 2018

Para el amor: Pd: aún no llegues. Pd2: gracias.

Pareciera extraño, pero hace tiempo que llevo dejándote a un lado. He dejado de querer descubrir cuál es tu sabor. He dejado mis ganas ansiosas de ver cómo quieres. He olvidado el color de tu voz, y a qué hueles. 
Hace tiempo que voy dejándote libre, que cierro la puerta que mantenía abierta para ti. 
Creo que olvidé hasta como se siente ser rodeada por ti, tengo una sensación de que se sentía cálido pero ahora pareces aire. He dejado de llevar tu recuerdo. Olvide inclusive si te quise. 
Parecería absurdo, huir del cariño o dejar de pensar en ti. Pero ya no me acuerdo de cómo es que te llamas, hasta he dejado de ver tus ojos entre la multitud. 
Ya no tienes un gesto en particular, ya no tienes una característica entre todos. 
He olvidado cómo se siente estar contigo. 
He dejado atrás qué tan feliz fui cuando te encontré. 
He dejado de pensar cuál sería tu forma, o de que manera son tus abrazos. 
He recaudado solo lo mío; lo que se siente quererse a sí misma, o cómo es de reconfortante acostarte en la cama disfrutando de nadie más que de mí. 
Hace tiempo que ya no te busco, y que tampoco tengo deseos de encontrarte por casualidad. 
Ya no pienso en cómo y cuando me volveré a sentir querida y acogida por ti. 
He dejado de fijarme en cada persona, por si el destino me tiene algo deparado contigo. 
Es absurdo que ahora que no te tengo no te quiera, y muchos pensaran igual. Sin embargo, a decir verdad, también me siento bien sin ti de una forma inimaginable. 
He disfrutado el día de hoy de mi familia, de mi perro y hasta del chiste malísimo de mi mejor amigo. Y no te diré que quizá en algún remoto día, cuando te cruces frente a mí, no alzaré la vista a observarte. No te he dicho adiós definitivo, de eso estoy segura. 
Más aún, también hoy tengo esa seguridad que no me haces falta, que un reencuentro ahora me viene bastante mal. 
He dejado aún lado tu esencia y he olvidado tu tacto, me he reencontrado con tu ausencia y me he sentido bastante conforme con eso. 
He olvidado cómo besas o cómo es que dueles. He dejado las ansias locas por verte de nuevo, y las noches eternas esperando tu regreso. 
Suena bastante mal no quererme dejar llevar por ti, suena igual de pésimo no arriesgarme a la ilusión. 

Pero cómo te he dicho, no es que en algún punto dejes de existir, sino que para mí, ahora, es mejor no buscarte ni quererte encontrar.  

martes, 13 de noviembre de 2018

Su último beso.

Recuerdo un beso, que quizá fue el único beso que valió la pena, que tocó mi alma. 

Y sí, así fue. Me dio gusto que me regalara el último que pudo dar. Se esfumo tan de pronto, se fue y ni siquiera adiós dijo, sin embargo agradezco que haya estado unos segundos más conmigo.

El tacto de sus manos no se esfumo, incluso sin siquiera tocarme.

En ocasiones duele, duele como si te enterraran un clavo en la cabeza. Duele de la forma más hiriente que pueda existir. 
Y yo no me fui, no fallecí en ese instante sino hasta después. Cuando vi su cuerpo postrado en una caja muy lujosa y bonita.

Sus ojos se cerraron, su sonrisa se borró tan rápido pero tenía los pómulos rosados y la piel limpia y brillosa.
Quisiera haber podido quedarme un instante más a su lado, sin que la vista se me nublara o mi rostro estuviera empapado de lagrimas.

Recuerdo el primer y último beso, que al contrario de ella, ese sigue vivo.

Vivo hasta que yo muera, y alguien más recree la misma escena; de ver como todo se entrega en el contacto de dos miradas llenas de amor.

Aún recuerdo todo, y quisiera no volver a hacerlo. No hoy, tal vez mañana sí, pero hoy no.

lunes, 29 de octubre de 2018

Pero yo, aún sigo aquí...

La primera imagen viva que tengo de todo esto, es a los tres años; él me sostenía en sus brazos como si yo fuese aire, su rostro se iluminaba con la sonrisa más bonita y sincera de todas. ¿Y cómo no amar y ver a tu hija de esa forma? pero ¿en qué momento se acabo eso?

Ahora él sonríe y ríe de vez en cuando, no de la misma manera ni por el mismo motivo. Es bastante triste y cansado ver a tu "súper héroe" derrotado por la falta de dinero, por la escasez de tiempo, por el cambio de personajes, por ver diferente el paisaje.

Daría todo por verlo feliz, porque se alegre de que ahora yo tengo un hombre bueno a mi lado  que intenta protegerme casi tan bien como él un día lo hizo. Quisiera tanto que su bendición nos llenara de alegría.

Cuando mamá murió pensaba que nuestras vidas serían un poco más unidas a consecuencia de que algo nos faltaba a los dos, pero ahora, ahora me veo en el espejo y me detesto; odio parecerme tanto a ella. Odio recordársela y que cada mañana al encontrarnos en la barra del desayunador sienta su mirada de reojo y percibir el suspiro ensordecedor de la decepción. 

Dame una razón para seguir de pie con fe a que todo algún día, pueda, solo un poco, acercarse a ser como cuando tenía 3 años, y corrías a llenarme de besos y regalos. Necesito una razón para seguir creyendo que la vida es más que solo ignorarnos cada maldita noche, y seguir perdiendo interés en qué tal la pasamos el alba al día siguiente.

Ella se fue, pero mírame, estoy aquí y quizás mañana ya no sea así.

Aprovéchame, que quiero aprovecharte.
Quiéreme como yo te quiero.
Necesítame como te estoy necesitando.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Pero ya por fin entendí.

Y ahora he entendido todo; tu falta de atención, tus interminables disculpas por no estar, los mensajes alternos cada dos semanas e inclusive las excusas para no hablar de lo que sientes. 
Está más que claro, y bien dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver; porque yo lo soy. Porque no importa si te has disculpado mil veces, yo te digo mil y un veces más que no tienes por qué hacerlo, y vienen las cosas bonitas, el sentir(creer) que me quieres, porque estoy acostumbrada a recibir todo lo poco que das en solo unos días para que después todo se vuelva casi sombrío hasta desaparecer.
Y no es que no tengas tiempo, tampoco es que yo no sea clara con mis sentimientos hacia ti, ni mucho menos que te alejes porque piensas que estaré mejor con alguien más que contigo, ni mucho menos que el tiempo y los par de kilómetro, las agendas reducidas o el tipo de clima y las veinti tantas tonterías que dices para no decirme a mí que sí.
Porque no es que no sepas cómo quererme o qué no sepas cómo lidiar de la mejor forma para que yo deje de quererte.
Es que no me quieres, y no me das el tiempo porque no te place, y no me ves porque simplemente no tienes ganas, tampoco me esperas porque no soy yo a la que quieres esperar.
Y ya entendí.
Y hasta ahora lo hice.
Me pido disculpas a mí por tardar tanto.
Yo no necesito que me quieran cada dos meses, o que quieran verme solo cuando al otro le place, ni tampoco que lleguen a alborotar cuando estoy apunto de dejar mi patética forma de querer a quien no me quiere.
Yo no necesito tantos pretextos solo por un par de “buenos días, bonita” ni tampoco estar ahí noches entrenas para un “yo también te quiero” e inclusive para recibir palabras forzadas que no sientes.
Necesito que me quieran.
Sí o sí.
Y si no lo hacen, irme.
Deshacerme de todo lo que no me quiere cerca.
Quitar ese “parece que te gusto y luego ya no”.
Hacer a un lado la duda sobre si me quieres o no, o si lo que dices es mentira(aunque siempre terminaba creyéndote)
No te necesito a ti.
Y tú no me mereces a mí.
O estás o no.
Ni medias porciones, ni medios te quiero, ni medias noches de desvelo, ni medias caricias, ni medias esperanzas, ni “lo que me puedas ofrecer”.
Me quieres bien.
O mejor que no (finjas) me quieras.
Y hasta ahora entiendo todo, y solo pido que si no te vas a quedar, dejes de besarme, dejes de mandar un mensaje diciendo que me has extrañado o que llames solo para decirme que estás celosa de con quien salgo. Deja de hacer que te quedas y luego te vas.
Quiero más que eso.
Y no lo tendré contigo.
Pero ya, por fin, entendí.

miércoles, 30 de mayo de 2018

Cuando dejes de doler.


Hace un par de días que voy pensando más de lo normal, en cómo acabó todo y cómo empezó; la primera cita junto con el primer beso, el primer te quiero con un poco de helado, la primera pelea que terminó en sexo, el primer te amo con lágrimas en los ojos.

A decir verdad no esperaba que siguieras en mí, juré que estabas a nada de salir de mi vida inclusive antes de que todo acabará; y me he equivocado. Supongo que siempre lo hago, siempre he supuesto cosas, he dado por hecho algo que termina siendo lo contrario.
Y puedo decirte que hablar de ti hace un año era tenerte rencor, odiarte con todas las ganas que me daban, repudiar las palabras de cariño que alguien me recordaba que venían de ti. Tampoco voy a mentirte que no siguen siendo así, porque inclusive cuando siguen mencionándote algo dentro de mí se mueve como esperando a darte esa bofetada que realmente te mereces.

Sigo preguntándome ¿hasta cuando? ¿Hasta cuando dejarás de estar presente en mí?, inconscientemente, porque realmente tengo ganas de encontrar a ese alguien que vuelva a causarme escalofríos o me ponga nerviosa al grado de que me suden las palmas de las manos. Pero cada vez que intento darme la oportunidad simplemente no puedo(ni quiero) al cabo de la primera cita, porque siento que te fallo y me estoy fallando a mí misma por sentir algo que solo fue contigo. Y suena bastante idiota en mi cabeza cuando sin querer empiezo a compararlos contigo, y aún se siente el calor reconfortante de tu presencia. Aunque con seguridad puedo decir que ya no te quiero, ¿es eso posible? Odiar a alguien que no puedes olvidar. Supongo que tú hiciste eso posible en mí.

Hace más que un par de días que llevo queriendo no soñarte; ese sueño en donde llegas y me pides perdón, ese sueño en donde me haces el amor como aquel día, ese sueño en donde te mueres de celos y tus besos son más ansiosos que antes. Quiero dejar de despertar con algo extraño en mi pecho, la angustia de que se hagan verdad, porque realmente ya no quiero.
No quiero ni puedo verme frágil ante ti, pareciendo invisibles todas las barreras que siempre he tratado de mantener. No quiero sentir que me rompo y tú me atrapas diciendo que todo estará bien mientras todo lo demás está en contra. Mucho menos quiero despertar contigo cada noche por un mal sueño y sin más me reconforte el calor de tu cuerpo desnudo pegado contra mí. ¿Es posible que ame cada sensación que mi cuerpo tuvo por ti y ya no desearla más?

Quizá es todo el miedo de que tu mano toque de nuevo mi mejilla y vea lo cristalino de tus ojos mostrando arrepentimiento y enojo. Quizá es el miedo de la pregunta “¿Qué te pasó?” que mi madre hacía a la hora del desayuno notando un nuevo moretón y su mirada desaprobadora y exhausta rozando apenas sus dedos sobre mi antebrazo.
Y sigo preguntándome ¿cómo comenzó todo? ¿Cuándo fue que los besos y la desesperación de sentirnos más cerca, aunque ya fuéramos una, se convirtieron en golpes en el pecho y miradas que mataban? ¿Cuándo fue que la ausencia en una cama se convirtió en deseos de tener dicha ausencia? ¿En qué momento desear verte a cada minuto se convirtió en la tranquilidad de no tenerte cerca?

Hace un par de días que me voy preguntando en si te arrepentiste de quererme o de golpearme, si te sientes culpable por hacerme llorar de felicidad o por haberme sido infiel. Hace más de un par de días que estoy esperanzada más que nunca de no verte otra vez, de no cruzarnos en el supermercado como la última vez o de encontrarnos en el que era "nuestro lugar".

Hace un par de años que sé que pude amar hasta quedarme vacía y con las manos dañadas sin importarme mucho.

Hace un par de años que sé que pude ser tóxica y llenarme de toxicidad.
Hace un par que llevo esperando el día de poder continuar,
y lo haré,
cuando dejes de doler.

viernes, 26 de enero de 2018

Cinco minutos más.

Dame otros cinco minutos, vuelve a mí como solías hacerlo, grita cuando estés molesta y llora cuando te sientas vulnerable. 
Inclusive aguantaré que digas una y otra vez que tan necesitada puedes llegar a ser, y yo volveré a decirte que me quedaré. 

Vuelve a ser mía, aunque nunca lo fuiste. 
Vuelve a sonreírme de la manera en que lo hiciste. 
Llama a las dos de la mañana solo porque querías oír mi voz. 
Manda un mensaje de texto solo para recordarme que la carne roja me hace daño, o que nuestro equipo favorito ganó. 

Quizá hasta te pueda dar la razón justo cuando dices que llegas a quererme más. 

Dame cinco minutos más mientras tus manos se acomodan debajo de mis costillas y hundes tu cara en el espacio qué hay entre mi cuello. 

Festeja de felicidad cuando has hecho lo que más te satisface, corre entre la multitud solo para chocar tus labios contra los míos. 
Golpea tan fuerte mi cabeza con tus “te amo”. 
Gira entre tus talones mientras tu cara se ilumina y vuelves a mí, con ganas de no soltarme jamás. 

Otros cinco minutos de sentir como las mejillas arden y duelen de estar en la misma posición incontables minutos. Inclusive cuando no logro verte. 
Quítate los auriculares solamente para contarme lo que te paso hoy en clase mientras pierdo la vista de mi libro. 
Haz ruido a las cuatro de la mañana preocupada por el día que apenas comenzará. 
Comete todos los dulces que escondo en el cajón.

Dame cinco minutos más y que se conviertan en horas y sigamos queriendo otros cinco minutos más. 
Sigue quedándote cinco minutos más en la cama cuando no quieres ir a la escuela o al trabajo. 

Sigue dibujando en óleo o mostrándome tus fotografías favoritas aunque pienses que lo que creas en ello no vale. 
Tomate cinco minutos para besarme. 

Vuelve a hablar de algo que te gusta y yo no entiendo del todo. 
Vuele a ser mía, aunque nunca lo llegues a ser. 

Dame otros cinco minutos, otra hora que se siente fugaz, que se siente como casi nada para querer otros cinco minutos más, y que se convierta en otra hora. Y quizá en otros seis años más. 

Sonríeme,  abrázame, regálame tu primer beso incontables veces. 
Volvamos a hacer el amor y desnudarnos sin siquiera quitarnos una prenda. 

Te llamaré cada vez que necesites tomar tu medicación. 
Te recordaré tomar agua aunque a ti te moleste el tener que hacerlo. 
Intentaré ser tan graciosa como dices, y quizá te prepare de comer las incontables veces que  sueles pedirlo. 
Bailare contigo en ropa interior y fumare contigo después de ello. 

Quizá hasta deje que leas todo lo que un día te escribo. 

Solo dame otros, y quizá los últimos, cinco minutos más.